miércoles, 5 de mayo de 2010

Crónicas Siriacas VI. Damasco

Sexto Día. Viernes Santo Damasco

Y para celebrar que en este hotel no hay ninguna mezquita cerca y no nos despierta ningún almuédano, se encienden espontáneamente las televisiones de todos los cuartos a la feliz hora de las 5,45 de la mañana, no se sabe por qué. Menos mal que yo cojo el sueño con facilidad y me vuelvo a dormir hasta las 8. La verdad es que la habitación es espléndida, muy espaciosa, muy cómoda. Estamos en el hotel Dedeman de Damasco, no hemos vuelto al de la primera noche, que era el Cham Palace, y aunque el Cham era bueno, éste es mejor.




Así de exóticos resultan los refrescos más comunes cuando los nombres se escriben en árabe

Patio árabe en el Museo Arqueológico

Primera visita: el Museo Arqueológico. No es muy grande, pero tiene cosas magníficas. Bueno, tiene lo poco que han dejado las innumerables expediciones arqueológicas inglesas, francesas, italianas, etc, que vienen excavando las antigüedades de todo el Oriente Medio desde mediados del siglo XIX. El Museo está muy próximo al hotel, en medio de un jardín (donde por fin podemos admirar las famosas rosas damascenas) y está dividido en zonas según la época a la que pertenecen las piezas exhibidas.



Esta parte del mundo es, sin lugar a dudas, el origen de la civilización tal como la conocemos en occidente, y nuestro guía Ahmet nos hace un recorrido por las salas, procurando seguir un orden cronológico, y luchando contra el ruido que producen los otros grupos de turistas, “pastoreados” por sus respectivos guías. Entre un guirigay considerable de voces en francés, alemán, italiano, etc, escuchamos las explicaciones sobre nombres que para muchos de nosotros no existían o sólo existían en los libros de Arte como lugares sin ubicación real. Y ahora nos damos cuenta de que todo, prácticamente, estaba aquí: Ugarit, en la costa cerca de Latakia, donde se encontró el primer alfabeto escrito, base del fenicio del cual derivan todos los alfabetos occidentales;


Tableta de arcilla procedente de Ugarit


Mari, en el Eúfrates, habitada desde 5000 años antes de Cristo, y por donde pasaba todo el comercio entre el Mediterráneo, Egipto y Mesopotamia;



El Intendente de Mari (foto ArteHistoria)

Ebla, próxima a Alepo y descubierta en fecha tan reciente (1964) que su nombre aún no figuraba en los libros en que yo estudié arte, a comienzos de los años 70. Este hallazgo marcó la vida de su descubridor, el italiano Paolo Matthiae, que entonces estaba recién doctorado y se encontró con el regalo de hallar una ciudad perdida con archivos que reúnen mas de 20.000 tablillas de escritura cuneiforme; es decir, suficiente para llenar toda una vida de investigación.




Y así recorriendo vitrinas de figurillas, monedas, sellos, objetos de la vida cotidiana de hace miles de años, y grandes esculturas, relieves y mosaicos, Ahmet va pintando ante nuestros ojos el entramado imponente de culturas superpuestas, como en un inmenso “milhojas” histórico que ha convertido este país en un inacabable yacimiento arqueológico. Nos cuenta que hay más de 500 yacimientos en estudio, pero se han señalado al menos 10.000 lugares interesantes para excavar. Por aquí han pasado, y dejado muestras de su paso, los sumerios, acadios, babilonios, amorritas, cananeos, fenicios, asirios, arameos, nabateos, griegos (Alejandro Magno pasó por aquí en su camino a la India), romanos (hubo varios emperadores romanos de origen sirio), palmireños, bizantinos, árabes (de aquí proceden los Omeyas que fundaron el Califato de Córdoba), cruzados cristianos, persas, mongoles, turcos... prácticamente todo el mundo. Evidentemente no hay tiempo, dinero, ni personal suficiente, para hacerlo todo al tiempo. Porque, aunque las películas de Indiana Jones den otra imagen, una excavación arqueológica es algo muy lento, muy delicado, y en ocasiones es mejor no sacar a la luz demasiado pronto los hallazgos, que si la tierra los preservó dos o tres mil años, mejor están así tapaditos y “a salvo”, hasta que se puedan estudiar como es debido.


Después de comer nos vamos otra vez a la ciudad antigua, que aún nos falta mucho por ver y comprar en ese Zoco inmenso



A esa primera hora de la tarde del viernes el zoco está bastante apagado. Se ha juntado que es viernes, día de descanso para los musulmanes, con que es Viernes Santo, día festivo para los cristianos, por lo que muchas tiendas están cerradas. Pero quedan algunas tiendas abiertas, y siempre hay gente callejeando. No son multitudes, pero hay cierta animación. Es una ciudad que da gran impresión de seguridad. Si te roban, es a cara descubierta, cuando te venden algo, pero no da la sensación de que haya descuideros o rateros. Claro, que nos movemos por zonas frecuentadas, a pleno día y con mil ojos. Pero cuando hemos andado de noche por Alepo o Hama, tampoco nos ha hecho mala impresión. Suponemos que habrá lugares peligrosos y poco recomendables, como en todas partes, pero ninguna guía aconseja que se evite ningún lugar concreto, ni nadie nos ha advertido, como te avisan cuando vas a algunas ciudades turísticas, como Roma o Sevilla, que hay tirones o robos en los coches con gran frecuencia. También caemos en la cuenta de que no hay mendigos ni nadie nos pide limosna. No hay niños que te acosen pidiendo dinero o chucherías como en Marruecos. Si es cierto que los hay en los lugares turísticos, como Apamea o Palmira, vendiendo collares, postales o souvenires. Como aquel, en Apamea, que iba siguiendo al grupo sin que nadie le hiciera caso, y cada vez que nos parábamos a ver algo concreto, desplegaba en el suelo todo su repertorio de postales de mosaicos. Y visto que no vendía nada, aprestó la oreja, se enteró de nuestros nombres al oír cómo nos llamábamos, y se me plantó delante con gran desparpajo: “¡Señora Josefina, un euro!” Así que no tuve más remedio que comprarle las postales, pobrecito mío. Luego cuando Aurora comentó con Ahmet; “Todos tienen que vivir, y así se ganan la vida”, él le respondió, muy sentencioso: “Si, pero ese niño tendría que estar en la escuela. Y yo vengo viendo desde hace muchos años a chicos que han crecido aquí, vendiendo de esa manera, y no han hecho nada de provecho en su vida” Este hombre no da puntada sin hilo, y de todo tiene formada opinión.




Bea y yo nos adentramos plácidamente por el Zoco Hamidiyah, hasta que llegamos a la heladería Bakdash, aquella que dijo Malik que era la mejor de Damasco. Y según el cartel de la puerta ¡fue fundada en 1895! ¡Hace 115 años! Cuando en Madrid lo más fresco que se podía tomar era agua del botijo y horchata, en los chiringuitos de Recoletos.




El heladero rellena los cuencos materialmente a puñados, pero eso si, con guantes de plástico




Y bien recubiertos de pistachos picados, tienen este aspecto tan estupendo




Como ahora es buena hora, no podemos dejar pasar la ocasión de probar un helado de frambuesa y vainilla, que no se si será de los mejores del mundo, pero nos sabe muy bien




Una tienda de narguilés



Un vendedor ambulante de te, con su samovar a cuestas



Aquí venden los afamados dulces sirios, a base de mazapán, frutas escarchadas, higos, dátiles, pistachos, almendras, miel... nada que engorde!




Aquí, en cambio, nos podemos hacer con los ingredientes necesarios para cualquier remedio casero: hierbas de todas clases, esponjas, erizos de mar, caparazones de tortuga, estrellas de mar o lagartos disecados. Lo normal para cualquier receta, vamos.


O unas buenas sanguijuelas vivas, si necesitamos una sangría




De los techos del zoco cuelgan lámparas tan bonitas como ésta. Qué lástima que no pasamos por allí de noche, para verlas encendidas




En este plácido deambular nos asomamos a un salón de té precioso, que nos recomienda Malik, y allí nos reposamos un rato, nos hacemos fotos en una sala decorada con maderas taraceadas y cerámica damascena, y sin necesidad de hacer mayor gasto, nos obsequian con un refresco, una especie de granizado de limón aromatizado a la menta, que está buenísimo.




Algunos de los integrantes de nuestro grupo


La famosa casa torcida de la Via Recta.



Las fuentes públicas tienen un cacillo atado con una cadenita para que el que quiera pueda beber. El que quiera y se atreva, claro.



En la Vía Recta encontramos restos de las antiguas columnas romanas que flanqueaban el Decumanus en tiempos de San Pablo




A dos pasos de un minarete del S. XIII




Justo al lado de la Iglesia Griega Ortodoxa, dependiente del Patriarcado de Antioquía, con sus popes de grandes barbas.





Paseando llegamos hasta una iglesia (que luego conseguimos identificar como perteneciente a la confesión de los Católicos Sirios. Ya que en Siria hay Griegos católicos, Griegos ortodoxos, Católicos sirios, que son los de esta iglesia, Ortodoxos sirios, Melquitas, Maronitas, Católicos romanos, Armenios, y así hasta 11 confesiones cristianas diferentes, que ellos sabrán en qué se diferencian unos de otros, si es que lo sabe alguien. Es de locos. Como para convencer a uno de fuera para que se convierta. ¿A cuál de ellas?)



El caso es que entramos en el patio de la iglesia, donde hay unos hachones ardiendo junto a una cruz hecha como de paja, y una banda muy marcial está tocando con grandes bríos ¿A que no se pueden imaginar qué? Ni mas ni menos que la canción del verano “Bailemos el bimbó”¡¡¡¡ !!!! Los españoles, que recordamos a Georgie Dann en los años 70 martirizando nuestros oídos, no damos crédito a lo que estamos escuchando y sacamos nuestros telefoninos para grabarlo, porque cuando lo contemos en casa no nos van a creer. Y luego, para redondear el concierto de Semana Santa, una marcha militar americana. No cabe duda de que aquella banda tiene su repertorio y no lo va a variar por la minucia de que hoy sea Viernes Santo.




Después de esta experiencia musical tan reconfortante, “Las chicas del Coro” y nuestro médico de cabecera, Antonio, nos encaminamos a la búsqueda del pasado cristiano de la ciudad, los vestigios que quedan del paso de San Pablo por esta ciudad, tal como se relata en los Hechos de los Apóstoles: "Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén. Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer. Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, más sin ver a nadie. Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco, donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió." (Hechos 9)

Casa de Ananías (foto tomada del blog "Ruta Nómada")


Y continúa la historia: Estaba en Damasco un discípulo llamado Ananías a quien se dirigió el Señor diciéndole: "Ananías". "Aquí estoy, Señor", respondió Ananías. "Levántate", le dijo el Señor, y ve a la calle llamada Recta; y busca en casa de Judas a un hombre de Tarso llamado Saulo, que ahora está en oración". Respondió Ananías: "Señor, he oído decir a muchos que este hombre ha hecho grandes daños a tus santos en Jerusalén, y viene con poderes de los sumos sacerdotes para encarcelar a todos los que invocan tu nombre". "Ve a encontrarle, le dijo el Señor, porque este hombre es un instrumento elegido por mí para llevar mi nombre delante de todas las naciones, y de los reyes, y de los hijos de Israel. Yo le haré ver cuántos trabajos tendrá que padecer en mi nombre". Fue Ananías, entró en la casa, impuso las manos a Saulo y le dijo: "Saulo mi hermano, el Señor Jesús que se te apareció en el camino me ha enviado para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo". Al momento cayeron de sus ojos unas como escamas y recobró la vista. Levantándose fue bautizado. Habiendo tomado alimentos recobró fuerzas". (Hechos de los Apóstoles IX, 1 a 19).

Foto tomada de la página "Custodia di Terra Santa"

Pues bien, Antonio tiene el encargo de un amigo suyo de llevar algún recuerdo religioso de la Casa de Ananías que se conserva en la parte norte del barrio cristiano, y hacia allá nos encaminamos. Efectivamente no tenemos dificultad en encontrar el lugar, que está actualmente cuidado por los PP. Franciscanos. Es una pequeña capilla, formada por dos estancias, a las que hay que llegar bajando una escalerilla. Debido a la acumulación de restos históricos superpuestos una edificación de hace 2000 años queda bastante por debajo del nivel de las calles actuales. Es un lugar sencillo, pero si verdaderamente se cree que San Pablo estuvo aquí, y fueron esas las circunstancias de su paso, adquiere un significado notable.




En esas estamos cuando, por la callejuela donde nos encontramos vemos venir una procesión, y ésta si que es una auténtica procesión cristiana de Viernes Santo. Precedidos por varios estandartes negros, más de un centenar de niños y jóvenes de ambos sexos, con uniformes de scouts (inequívocos, llevan la flor de lis en las insignias y en las pañoletas al cuello) pasan llevando cuadros con la imagen del Crucificado,


una gran cruz iluminada desde dentro y con paños negros,






y muchos de ellos, unas cajitas con una pequeña cruz hecha de cuerda y alumbrada con una lamparilla. Se alternan con grupos de portadores de hachones encendidos, y van precediendo a una banda de música y un cantor que entona, en árabe, unos cánticos que recuerdan bastante a las saetas.



Casi todos son niños y niñas de muy poca edad, y van formales, serios, muy poseídos de la solemnidad y la importancia del acto que están protagonizando. Detrás, entre la gente que sigue a la procesión vemos algunas monjas con el sari blanco ribeteado de azul de las Hermanas de la Caridad de Teresa de Calcuta.



Salimos todas a la calle a ver pasar la procesión y también sale el señor de la tienda, que además saca una botella de agua y ofrece a los que van en la procesión. Esta celebración nos parece mucho más adecuada a la festividad del día y nos vamos yendo hacia el hotel con la impresión chocante de haber asistido a una procesión cristiana rodeados de minaretes musulmanes. La sensación de coexistencia de credos religiosos es total.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Unos niños cristianos, que rezan en árabe, vestidos con el uniforme de una organización creada por un inglés, en una procesión seguida por monjas vestidas al estilo indio, de una orden creada por una monja albanesa. La Humanidad será mestiza o no será.