martes, 15 de marzo de 2011

Asnos estúpidos

Asnos estúpidos

por ISAAC ASIMOV






Naron, de la longeva raza rigeliana, era el cuarto de su estirpe que llevaba los anales galácticos.

Tenía en su poder el gran libro que contenía la lista de las numerosas razas de todas las galaxias que habían adquirido el don de la inteligencia, y el libro, mucho menor, en el que figuraban las que habían llegado a la madurez y poseían méritos para formar parte de la Federación Galáctica.

En el primer libro habían tachado algunos nombres anotados anteriormente: los de las razas que, por el motivo que fuere, habían fracasado. La mala fortuna, las deficiencias bioquímicas o biofísicas, la falta de adaptación social se cobraban su tributo. Sin embargo, en el libro pequeño no había habido que tachar jamás ninguno de los nombres anotados. En aquel momento, Naron, enormemente corpulento e increíblemente anciano, levantaba la vista, notando que se acercaba un mensajero.

—Naron —saludó el mensajero—.¡Gran señor!

—Bueno, bueno, ¿qué hay? Menos ceremonias.

—Otro grupo de organismos ha llegado a la madurez.

—Estupendo. Estupendo. Actualmente ascienden muy aprisa. Apenas pasa año sin que llegue un grupo nuevo. ¿Quienes son ésos?

El mensajero dio el número clave de la galaxia y las coordenadas del mundo en cuestión.

—Ah, sí —dijo Naron—. Lo conozco. —Y con buena letra cursiva anotó el dato en el primer libro, trasladando luego el nombre del planeta al segundo. Utilizaba, como de costumbre, el nombre bajo el cual era conocido el planeta por la fracción más numerosa de sus propios habitantes. Escribió, pues: La Tierra.

—Estas criaturas nuevas —dijo luego— han establecido un récord. Ningún otro grupo ha pasado de la inteligencia a la madurez tan rápidamente. No será una equivocación, espero.

— De ningún modo, señor — respondió el mensajero.

— Han llegado al conocimiento de la energía termonuclear, ¿no es cierto?

—Sí, señor.

—Bien, ése es el requisito. —Naron soltó una risita—. Sus naves sondearán pronto el espacio y se pondrán en contacto con la Federación.

—En realidad, señor —dijo el mensajero con renuencia—, los Observadores nos comunican que todavía no han penetrado en el espacio.

Naron quedó atónito.

—¿Ni poco ni mucho? ¿No tienen siquiera una estación espacial?

—Todavía no, señor.

—Pero si poseen la energía termonuclear,¿dónde realizan las pruebas y las explosiones?

—En su propio planeta, señor.

Naron se irguió en sus seis metros de estatura y tronó:

—¿En su propio planeta?

—Sí, señor.

Con gesto pausado, Naron sacó la pluma y tachó con una raya la última anotación en el libro pequeño. Era un hecho sin precedentes; pero es que Naron era muy sabio y capaz de ver lo inevitable como nadie en la galaxia.

—¡Asnos estúpidos!— murmuró.




9 comentarios:

Lansky dijo...

Muy bueno, Cigarra, ignoraba tus talentos narrativos; una agradable sorpresa (Mira el chsite de hoy de Forges en el pais a tenor de lo nuclear en japón)

Lansky dijo...

Mi Homopterólogo (experto en cigarras) me informa de que el relato es de Asimov, tramposona. De todas maneras: muy a cuento con la que está cayendo

El homopterólogo dijo...

No hay trampa alguna, la autoría de Asimov campea en visibles caracteres, bajo el título.

Vanbrugh dijo...

Muy a cuento, Cigarra. Leí este cuentecillo hace años y con frecuencia se me ha venido a la cabeza al hablar de energía nuclear, aunque confieso que en esta última crisis no me había acordado de él.

Asimov no es sospechoso de ecologismo anti progreso, desde luego, pero el cuento es de una época en la que ni él se libró de la oleada popular y supersticiosa de prevención antinuclear. Me imagino que fue tras el accidente de Three Miles Island. Además D. Isaac iba de progre, y no podía mantener el tipo sin sumarse a la corriente de algún modo que certificara su correcto alineamiento. Solo eso explica que un buen científico como él fingiera creer de veras que le es posible a ninguna civilización conquistar y colonizar el espacio sin, mucho antes, haberse hecho con una fuente de energía abundante y barata que, tal y como están actualmente las cosas, solo puede ser la nuclear.

Comparto todas las prevenciones canónicamente correctas contra las centrales nucleares, pero siempre que no impliquen tener que fingir, siquiera, que me entusiasman las alternativas. Detesto los molinos eólicos, cuyo impacto sobre el medio me parece enormemente antiecológico, -y visualmente atroz- y me dan risa los paneles solares, cuya fabricación es cara, contaminante y perfectamente insostenible para producir energía en las cantidades que se necesitan, como cualquier experto diría si no supieran de antemano que esfuerzo baldío.

Cigarra dijo...

Menos mal que el hemopterólogo ha hecho notar que desde un principio nada estaba más lejos de mi intención que hacerme pasar por autora de esta candorosa parábola del maestro Asimov.
Es un cuentecillo que, como a Vanbrugh, siempre me hizo gracia. Lástima que la parábola naif se haya convertido en profética.
Vamos a tener que acabar, como decía no se quién en una tertulia de la radio que pillé ayer al pasar, comprándonos todos un contador geiger, para saber qué tal andamos de contaminación al volver de la calle.
¿Cuánta gente de nuestro entorno tiene o ha tenido problemas de tiroidoes después de Chernobil?
Y de lo de Chernobil nos enteramos porque ya había empezado la glasnost en Rusia por aquel entonces. Las catástrofes que hayan podido ocurrir en los tiempos duros de la URSS, que habrán pasado en total silencio, nos las hemos ido tragando y así estamos. Desparramad la viste en torno y echad cuentas de cuántas personas de vuestros círculos próximos han muerto de cancer recientemente o están luchando con él. A mi así, familiares y amigos muy próximos, en los últimos años, me salen mas de una docena de muertos y casi otra docena que en este momento no tienen muy claro si van a sobrevivir. Quizá sea lo normal, pero como dice mi asistenta ecuatoriana, qué pasa en Europa, que en su pais no hay tanto cancer.
En fin, de algo hay que morirse, supongo.

Lansky dijo...

Cualquier tecnología que crea más problemas de los que soluciona, o que esos problemas son más insolubles, más el principio de cautela d eno jugar con fuego, niños, hace que Asimov fuera antinuclear porque era un científico serio (tesis doctoral sobre la fase oscura de la fotosíntesis que tengo en mi casa como una joya dedicada...a mí! por él) y no por ir de progre

Y asimov estaba puesto muy chiquitito

Homopterólogo II

Pablo C. dijo...

Mientras nos parezca normal o inevitable comprar espárragos cultivados en Perú, cruzar Madrid en coches ocupados por una única persona. Iluminar calles y edificios como si fuese de día o estar en calzoncillos en diciembre en casa, entre otros muchos ejemplos. No veremos más alternativa que nucleares o molinos o paneles solares... El problema de la enorme demanda energética que tiene nuestra forma de vida se puede solucionar de dos maneras, buscando fuentes de energía nuevas, contaminntes y peligrosas o no, o eliminando el problema, es decir, dejando de derrochar alegremente como hacemos.

Vanbrugh dijo...

Tienes toda la razón, Pablo. El problema es que sucede -y no solo con esta cuestión, sino con todas las importantes, que, todas ellas solo podrían resolverse con un cambio general de actitud, un cambio de todos y cada uno de los varios miles de millones de seres humanos- que conseguir un cambio general de actitud es tarea probadamente imposible. Adoptando el punto de vista más optimista, es decir, suponiendo que ese cambio pueda darse efectivamente, el tiempo que se tardará en lograrlo es enorme y, mientras, seguiremos derrochando, inevitablemente, una energía que, también inevitablemente, habrá que sacar de algún sitio. Los diagnósticos exactos y lúcidos, como el tuyo, de los que se deducen tratamientos irrealizables y utópicos, como el tuyo, desahogan a quien los formula y consuelan la inteligencia de quienes los leemos, pero presentan escasa o nula utilidad práctica para resolver el problema inmediato que, sin embargo, sigue reclamando ser resuelto, con perentoria e inesquivable descortesía .

Cigarra dijo...

Ahora hay que volver a leer todo esto, pero acordándonos de Fukujima.
¿A que parece que tiene mucha más razón al llamarnos "asnos estúpidos"?