martes, 10 de febrero de 2009

Paseo por Málaga



PASEO POR MÁLAGA

¿Vale una proposición?

¿Qué tal si yo os invitara

a que os vinierais conmigo

a dar un paseo por Málaga?






Por Málaga: ya está dicho,

un paseo con toda calma;

viéndolo todo, enterándonos

ce por be de lo que pasa,

subiendo a ese paraíso

colgante de La Alcazaba,




(La Alcazaba con los Jardines de Puerta Oscura al pie)





(Un rincón de La Alcazaba)


desde donde puede verse,

más de la mitad del Atlas;

Los Percheles, Capuchinos,

Mundo Nuevo, Monte Sancha,

la Malagueta, el Ejido,

la Farola, la Coracha

balcones en los jardines,

jardines en las terrazas,

una lucha vegetal

del árbol contra la casa

y allá lejos, sobre el mar,

como un barco sobre el agua,

cuando los vientos descorren

sus cortinas azuladas,

el valiente Gurugú,

y otros contornos del África,

que es lo mismo que decir

que se domina "to" el mapa.




(La plaza de toros bajando de Gibralfaro)



(La Coracha desde el Castillo de Gibralfaro)

Y si el líquido elemento

por casualidá os agrada

-de gustos no hay nada escrito-,

alquilamos una barca

y nos llegamos al Morro,

que mas allá no hace falta

para saber que la mar

tiene muchísima agua.



(Oleaje en El Palo)

Pues espabilando, amigos;

espabilando y en marcha.

Ya hemos llegado. ¿Qué es esto?

Esto es el aire; se masca,

se bebe, aturde, marea;

es madreseva y albahaca

y olor a menta y pimienta

y sándalo y jacaranda.

Fijarse bien cómo huele.

Es cosa con importancia,

porque como el aire tiene

átomos que son como arcas,

donde se mete el oxígeno

igual que en las damajuanas

se mete el vino, aspiráis

así, ¡ah!, a bocanadas,

y pilláis tal borrachera

que no os la quita ni el Papa.


(naranjos y buganvillas)


Y ahora comienzo el paseo.

No os cansaréis, mi palabra.

Aquí la prisa no existe,

ni hace maldita la falta.




(Jardines de Pedro Luis Alonso desde La Coracha)


¿Qué calle es ésta? ¿Esto es calle

o una de esas naves altas

que tienen las catedrales

con cristaleras moradas

verdes y azules, con santos

pintados con grandes capas?

¡Ole del ole del ole!

Por aquí qué bien se anda,

qué luz de arroyo florido,

qué temblor entre las ramas

y qué Alameda más dulce.


(Un ficus en La Alameda)

Álamos como montañas

las hojas verdes tejiendo

quitasoles y paraguas

y una música remota

de sirenas desgarradas

de cadenas y de grúas,

de motores y de anclas,




(El puerto)

que hace mecerse los árboles

en una vaga nostalgia

de rumbos desconocidos

en marineras fragatas.




- ¿Cómo se llama esta calle?
- Usté lo ha dicho, mi alma:
La Alameda; una alameda
como no hay dos en España.
Pero fíjese usté, amigo:
Usté lo cuenta y no es nada.
Una alameda, una sombra,
cuatro aceras, treinta casas.
Total, que todo se dice
en seis o siete palabras.
En cambio, venga usté, amigo;
mírela usted a sus anchas
y dígame usté al oído
si no siente que en el alma
le estan tocando los ángeles
castañuelas y guitarras






La luz

se filtra, la calle

parece que está entoldada

con flores de enredadera

y con pámpanos de parra.

Es una luz amorosa

de bodegas y de cántaras,

con un temblor ambarino

de conchas y de naranjas.







Aquí hay un puesto de flores

como una colcha bordada

y allá al fondo, como un cuadro

la mar,

una mar tan cálida,

tan sibarita y gachona,

tan perezosa y tan pancha,

que parece estar tendida

sobre una verde butaca.







Mire usté para ese lado.

Compruebe cómo no pasa

el tiempo por esta tierra,

la cosa tiene camándulas.

Son berlinas y Simones

como en los tiempos de Cánovas.


¡Cánovas! Qué malagueño

con garbo para una estatua,

con una capa española

y una sonrisa gitana,

en cuyos ojos de lince

se disuelven y naufragan

caciques y electoreros

con retacos y navajas.





encima de su peana

de piedra y bronce, el Marqués.

Apriétese usté la faja.


El señor marqués de Larios,

el fundador de una casa

de vinos y de aristócratas,

de palacios y de fábricas,

de olivares y salones,

de planos y cuchipandas.


Ahí lo tiene, tan campante,

quieto, como si dudara

si alquilar una berlina

y llegarse hasta su casa

o quedarse entre los pájaros

sin mover una pestaña.


Está muy bien donde está.

El que conquista una estatua

tiene derecho a vivir

sin ocuparse de nada,

y él tiene una ocupación:

mirar la gente que pasa.







(La Alcazaba desde el Ayuntamiento)

Vamos a tomar nosotros

un coche como Dios manda.

Este del caballo blanco

no tiene muy mala planta.

¡Cochero, pero cochero!

El cochero como un lama

de la India, en el pescante

imperturbable se alza.

Está dormido, soñando

con juergas y madrugadas,

con carreteras de oro,

y con carrozas de plata.

-¡Venga, despierta, cochero!

Un ojo que está de guardia

da el aviso al otro ojo

y ambos ojos a la cara.

- ¿Qué se ofrece?

-Poca cosa.

Dar una vuelta con calma.

Ya sabes, la calle Larios,

despacio, casa por casa,

viéndola bien, que no hay prisa

y es una calle muy larga.

Luego, si hay tiempo, un rodeo

alrededor de la plaza.








Ya verá usted, es pequeña,

pero graciosa y cuadrada

como un gran patio. El pasaje

de Chinitas da a la plaza.


El pasaje de Chinitas,

toda una historia muy larga

de cantaores flamencos

y de hembras de rompe y rasga.



El pasaje de Chinitas

aquel del que se cantaba:

En el café de Chinitas

dijo Paquiro a su hermano:

no hay torero como tú

más valiente y más gitano.


Plaza arriba, pasaremos

por la calle de Granada,

que sube muy derechita,

pero de pronto se para

sin decidirse a tomar

una dirección exacta,

hasta que, empinando el codo

y tras secarse en la manga,

sale corriendo hacia el monte

como si fuera una cabra;





(Monumento a Torrijos en Plaza de la Merced)


pero no llega, se queda

muy cerca, en la misma falda,

en plaza de la Merced,

que esa si que es una plaza,

donde, como en Nueva York,

la libertad tiene estatua.






(Jardines de Puerta Oscura)




En fin cochero, arreando;

quiero que vea la Aduana,

el Parque, el Ayuntamiento,

la Victoria, en dos palabras,

quiero que mi amigo sepa

por qué es esdrújula Málaga,

o séase por qué se mete

en los repliegues del alma.








Nos llevas por la Caleta

paso a paso, casa a casa,

sombra a sombra, flor a flor,

entre el monte y entre el agua,

entre el sueño y la vigilia,

entre el árbol y la barca.










- ¡Riá, Jabonero! ¡Caballo!

¡Venga, mal rayo te parta!



- Esta es la calle de Larios.

Ya sabrá usté que se llama

de Larios porque la hizo

en el patio de su casa

para pasarse el día viéndola

asomado a la ventana

el señor marqués de Larios,

un marqués con mucha guasa.


¿Usté la ve tan cortita?

Total, tiene doce casas.

Pues nadie las ha contado

ni hay manera de contarlas.







Aquel señor que hay allí

gordo, con chaqueta blanca,

que mueve tanto los brazos

y está charla que te charla,

lleva lo menos treinta años

intentando "de" contarlas

y ha llegado nada más

que a la segunda manzana,

al Círculo Mercantil,

un Círculo con prosapia.


¿Sabe usté? Le llaman Círculo

porque tiene las butacas

en círculo para ver

las "cosas buenas" que pasan,

azúcar, canela y clavo,

y echarles una mirada

circular, como un piropo

de pensamiento y pestaña.


(¡Vaya, vaya! ¡Ole, ole,

ole, ole, vaya, vaya!)


Y Mercantil. ¿Mercantil?

La vista es la que trabaja,

para que cuando los barcos

mercantes echen el ancla

comprueben los pasajeros

que a estirar las piernas bajan,

que hay un círculo cuadrado

en donde no se hace nada,

dotado de buenas vistas

en medio del mismo Málaga,

y se queden pa in eternum

sentados en sus butacas.

La cuadratura del círculo

esa operación se llama.


Era un marqués con salero.

Hizo las cosas con gracia.







Aquel señor que hay sentado

con una pierna cruzada

sobre la otra es inglés.

¡Era inglés, que ahora se llama

don Paco! Y aquel que tiene

un pie sobre la butaca

de enfrente, como si hiciera

penitencia, ése es de Holanda,

y el de al lado, ése es francés,

¡pero háblele usté de Francia!




Pues ahí los tiene, vinieron

a dar un paseo por Málaga.

Quisieron pasar la calle

de Larios y están pasándola.

Se bebieron una copa,

se tomaron unas tapas,

oyeron un taconeo,

sintieron como una ráfaga

por los túneles internos

del sentimiento y del alma,

y ahí los tiene, en calle Larios.

No han podido atravesarla.

El taconeo les hizo

girar un poco la cara,

aprendieron a decir

ole, ole, vaya, vaya.

Y vaya, vaya, ole, ole,

cuando el taconeo pasa

la giran cuarenta veces

sin saber si están girándola

porque nacieron así

o qué demonios les pasa.




Mire al hombre de la esquina.

Fíjese cómo trabaja.

Repare usté cómo mueve

las manos. ¡Es una máquina!

Así se pasa la vida,

habla y habla que te habla.

Un vendedor ambulante,

tiene de todo: corbatas,

jabones, pipas, mecheros

y plumas estilográficas,

conjuntos de lana inglesa

(fabricados en Tarrasa),

tabaco de Gibraltar,

relojes y mermeladas.

Todo dentro de la ley.

Un pimpi como Dios manda.

Trabajó de pala y pico

antes, cuando le faltaba

conocimiento del mundo,

pero abandonó la pala

y ahora trabaja de pico

porque pico no le falta.

Era muy grande el marqués

de Larios. Su calle habla.



Claro está que era otro tiempo.

Se hacían las cosas con gracia;

no ahora, que hacen las calles

largas, y largas, y largas,

se sube usted en un auto

y en un minuto se acaban.



Por eso aquí son cortitas

y estrechas para mirarlas

de cerca como se mira

a la mujer que se ama.



Otro día que vayamos

a pie, sin ganas de armarla,

como dos buenos compadres

que van del brazo por Málaga,

nos pasearemos despacio

por esas calles con alma,

muy estrechas de cintura,

con flores en las ventanas,

con perfume de mujer

y de profesiones varias:

Ollería, Especerías,

Carretería, Atarazanas,

Calderería, Comedia,

Mariscal, la calle Camas.



(¡Vaya, vaya, ole, ole…!

¡Ole, ole, vaya, vaya!)

Y para que haya contraste,

y por si algo faltaba,

la del Cister, que son monjes,

y la calle de Beatas.

Ya verá usté lo que es bueno.

Va a emborracharse de Málaga.


Yendo a pie, podemos ir

haciendo nuestras paradas,

bebernos aquí unos chatos,

tomarnos allí unas tapas,

boquerones o chanquetes

o búsanos o cigalas,

variándolas cada vez,

que lo bueno es variarlas

y sobre todo charlar.


¿Hay algo como la charla

calle arriba, calle abajo,

mirando… lo que haga falta?

(¡Vaya, vaya, ole, ole…!

¡Ole, ole, vaya, vaya!)


Y si la calor aprieta

o si nos da la real gana,

entramos en calle Fresca

que ya sabe que se llama

Fresca porque para verla

el sol se tapa la cara

y cae, vestido de luna

verde como en una jarra,

y acabamos el paseo

sentados en una plaza

hasta que venga en su carro

la luz de la madrugada.

Quizá un día, entre dos luces,

oliendo el aire a biznaga,

pueda explicarme a mí mismo

el búsilis que hay en Málaga.



¿Duende, intríngulis, imán,

hechizo, milagro, magia?

Yo no sé lo que será,

pero es algo que embriaga

como el nardo y el clavel,

como la hembra y la danza:

olor a montes llovidos

con flores de Jacaranda,

ámbares y caracolas,

de viejísimas guitarras,

un cielo que no se nubla,

un mayo que no se acaba

y un veneno que se mete

-Málaga, Málaga, Málaga-,

un veneno que se mete

(¡ole, ole, vaya, vaya!),

que se mete muy adentro

por los repliegues del alma.


José López Ruiz
(1906 – 1968)


Las fotos en blanco y negro son de la espléndida página sobre Málaga http://www.malagaenblancoynegro.com/

7 comentarios:

MFe dijo...

"Jamía" ¡Qué arte!!! Bontas fotos, bonito texto... Lo tiene tó.

besos.

CarmenS dijo...

Bueno, me he dado un paseito pero tendré que volver a caminarme la ciudad con calma.

Anónimo dijo...

Qué gusto da ver el mar ... en verano , en Enero , en Febrero ... tan azulito y bonito .
¿Os tomastéis un café en el Chinitas ? Cuando estuvimos este verano Alberto y yo estaba cerrado ... snif
Ale

María la Delsa dijo...

¡¡Qué bonito, intercalar así las fotos con los versos de José López Ruiz!!.
Me ha encantado.
Besitos, hija, que no paras,
Carmen

Anónimo dijo...

Te habrá costado, pero te ha quedado perfecto el encaje entre texto y fotos.

A Pepe López Ruiz nunca le dieron el Premio Nacional de Poesía, y es probable que con justicia; pero qué musical era, qué fácil y qué lleno de espontaneidad y de gracia le salía el romance, y qué delicia de paseo por Málaga era su "Paseo por Málaga". Siempre he tenido debilidad por los "poetas menores", y él me parece uno de los mayores entre ellos.

Cigarra dijo...

¡Tenía unas ganas de dedicarle un rinconcito a este poeta! Porque, como dice Júbilo, no merecería el Premio Nacional de poesía, pero da gusto volver sobre sus versos, que son alegres, luminosos, musicales... que dejan buen cuerpo, vaya.
Me está apeteciendo poner aquí algún otro verso suyo, para redondear.
Mil gracias a todos por vuestros comentarios, que me dan mucha alegría. Besos

Anónimo dijo...

Yo soy su nieta. Como podria contactar contigo? Te dejo mi correo. mprieto45@hotmail.es. Gracias.