Me he dado cuenta de que soy una optimista impenitente, con una fe inquebrantable en la humanidad, porque sigo pidiendo un café solo cuando termino de comer
Y siempre espero que me sirvan algo potable.
Y siempre es malísimo, maldita sea la mano que mata un perro.
(Tengo pendiente un post maravilloso de ventanas de mis amigos, que han viajado como locos este verano, pero ando un poco atareada. Paciencia)
11 comentarios:
Hay sitios donde hacen un café tan rico que se convierte en un placer maravilloso.
Yo, siempre lo tomo cortado. Entre los amigos cafeteros tenemos clasificados los lugares, donde comemos a veces, y siempre nos preguntamos : ¿Aqui se tomaba café?
Tengo algunas fotos cenitales de tazas con restos de su crema, de lo que fué un "buen café"
Sigue creyendo, Cigarra, cuando menos lo esperes te sorprenderan.
Un saludo con aroma a cafetales!
Yo ya no tomo café, estoy mayor, ahora solo té... ya ni fumo, con eso te lo digo tó, jajajaja
Bueno, a lo que iba, que vi una ventana muy maja en Miranda do Douro pero ¿Cómo te la mando?
Se me ocurre que por el Feisbuk, ¿no?
Un fuerte abrazo.
Hola Carmen. La verdad es que esta vez me he adornado con plumas ajenas, porque la foto no es mía. Espero que el autor no me obligue a quitarla. Café bueno, en Portugal. Es otra de las cosas que me ha encantado de mi viajecito a Oporto. Ya pondré la crónica. Muchos besos
Hola Eusebio. Ya he visto tu ventana. Espectacular. Ha llegado a punto para el próximo post. Un abrazo
¡Dios mío, Cigarra, te vas a hacer rica!
A mí me gusta el café agua chirli, qué le vamos a hacer.
Saluditos,
AC
También yo tomo siempre un café después de comer y también suele ocurrirme lo mismo. Pero hay veces en las que me sorprende el delicioso sabor; quizás es que esas ocasiones hayan de ser escasas para poder seguir disfrutando de la sorpresa.
Me temo, AC, que no me voy a hacer rica, o por lo menos no con el blog (aun confio en la ONCE).
Hola, Miroslav. Debe ser eso, que de vez en cuando nos dan uno bueno para que sigamos picando con muchos malos. Paciencia.
Ya no tomo café salvo en casa, haciéndomelo yo mismo o en algunos raros sitios donde aún es bebible.
Y adoro Portugal, pero el café allí también es malo (torrefacto, pasado de fuerza, una bica, o empalagado de leche, un gatao), las cosas como son. Otra cosa es la amabilidad de los camareros, que ya no se ve por aquí, el vasito de agua sin pedirlo o los lugares primososos -cafés- que aún conservan.
Y eso por no hablar del precio, que de las cien pesetas que costaba cuando entró el euro, ha pasado a 1.20 o 1.30 euros, es decir, ha doblado su precio.
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