martes, 15 de julio de 2008

Crónica Escurialense: una visión poco frecuente del Monasterio

Parecía que la estancia en El Escorial había acabado con la Cigarra, pero no es así. Sólo es que allí no dispuse de tiempo ni ocasión para conectarme a internet (sólo había dos puestos informáticos en la residencia, y estaban siempre ocupados, como era de esperar) Pero ya reposadas las emociones del viaje, paso a hacer la Crónica Escurialense (Con lo que llegamos a las 200 entradas, en este blog suyo y mío).

Salí yo tan contenta de Madrid, con tiempo de sobra para llegar a El Escorial a las 10 de la mañana, cuando a la altura del desvío para el Molino de la Hoz, más o menos, se me metió por la ventanilla un abejorro del tamaño de un boeing, sin ánimo de exagerar. (Inconvenientes de no tener aire acondicionado y llevar la ventanilla abierta) Como el animalito se empeñaba en metérseme por el cuello de la camisa y yo no estaba por la labor, aminoré la marcha y me eché a la derecha. Pero no aminoré lo suficiente, y no conté con que la carretera hacía una aviesa curva hacia la izquierda, por lo cual fuí a raspar todo el lateral derecho de mi pobre clío contra el quitamiedos, arrancando de cuajo el espejito lateral, y lo que es peor, reventando la rueda delantera contra algún desnivel avieso del arcén. ¡Oh, dolor! Este es el estado lamentable en el que quedó la rueda tras el percance. (Porque el instinto periodístico se sobrepuso al susto, y en cuanto me tenté la ropa y vi que estaba ilesa, saqué la máquina de fotos y me dispuse a dejar constancia gráfica del suceso. Que una se debe a sus lectores. Al animalito, después de ejecutarlo como correspondía, lo metí en una bolsita de kleenex vacía. Otro día les pongo la foto, para que vean lo feo y lo grande que era)



Resultado: que allí estaba yo, a las 9,30 de la mañana, tirada en la carretera y sin ninguna probabilidad de llegar a tiempo a la primera conferencia del curso. Pero en esta era de los inventos, ningún problema es insoluble: saqué el telefonino y llamé a los de la Ayuda en carretera para que vinieran a echarme una mano. En seguida pasó una pareja de motoristas de la Guardia Civil que me recomendó salirme de la calzada, para lo cual pasé airosamente (o así lo juzgué yo) las patitas por encima del "guardrail" y me senté a la sombra de una encina a leer mi novela, hasta que llegara el chico de la grua. Que no tardó demasiado si se juzga que yo estaba a 30 km. de Madrid, y a eso de las 11,30 ya había llegado y me había cambiado la rueda con gran habilidad. Así que reemprendí la ruta, con las ventanillas cerradas a cal y canto, eso si, y puesto que no iba a llegar tampoco a la conferencia de las 12, decidí hacer los trámites de confirmación de matrícula y todo eso en los locales de los cursos. Pasé por el Euroforum Infantes, a la altura de la casita del Príncipe, para matricularme, subí a la Residencia Reina Cristina a instalarme en mi habitación, me paseé por los claustros a ver en qué aula se celebraba mi curso, y cuando salieron los asistentes a la conferencia, no hace mas que verme mi señora Directora y me dice: "¿Pero tú has visto cómo vas?". Si, señores: llevaba toda la costura trasera del pantalón descosida de arriba a abajo probablemente desde que me senté a la sombra de la encina; por lo cual me había estado paseando durante dos horas por todo El Escorial de aquesta guisa sin advertirlo, y lo que es peor, sin que nadie me lo advirtiera. Aquí pudo más la decencia que el instinto periodístico, por lo que se quedan ustedes sin testimonio gráfico de cuál era el estado de los pantalones. Doy carta blanca a su imaginación. Subí corriendo a la habitación y me cambié de atuendo, y esta fue la llegada triunfal de la Cigarra a los cursos de Verano de El Escorial.



Luego ya las cosas se desenvolvieron con normalidad; aquí tienen una foto de la ventana de mi cuarto que es la que está encima del farolito de la derecha, justo sobre la puerta de entrada al Reina Cristina y la vista tan deliciosa que yo podía mirar todas las mañanas al despertarme, a través de ella.


Un entorno idílico de claustros floridos, con el plan de vida que mejor puede venir a un ama de casa: sentarse a la mesa sin saber qué va a comer, ni haber tenido que ir a la compra, y echar la silla atrás cuando termina. Comidas muy bien preparadas, eso si, con un horario de puntualidad prusiana, y si llegábamos tarde nos regañaban, pero por lo demás, impecable. Nuestras obligaciones eran puramente intelectuales y se ceñían a la asistencia (y participación en los coloquios, si se terciaba) a las conferencias impartidas de 10 a 18,30 horas, con la pausa lógica para comer y reposar.

Y a lo que vamos, el curso muy interesante, pero ya les hablaré otro día de la digitalización, que es cosa muy técnica. Lo más bonito, la conferencia inaugural de Ana María Matute, que con sus ochentaitantos confesados consiguió cautivar al auditorio con sus recuerdos de niña que quería ser escritora. Una delicia de proximidad, calidez en lo relatado y riqueza de expresión. Parecía que en vez de estarse dirigiendo a un auditorio de cientos de personas estuviera manteniendo una conversación personal y distendida con cada uno de nosotros. Aqui está en la foto (que es mala, porque estaba lejos) junto al Rector Berzosa y la Ministra de Educación y Deportes, Mercedes Cabrera.

La frase que guardé de aquella conferencia fue: "La infancia es más larga que la vida"


Pero no les voy a aburrir con las maravillas de la digitalización de bibliotecas, y en cambio les voy a llevar a un paseo que no es el habitual por el Monasterio. Porque, viva que es una, me enteré de que en el aula de al lado se estaba impartiendo un curso sobre Arte Herreriano y que se disponían a hacer una visita guiada por el Monasterio, fuera de los circuitos normales que enseñan a los turistas. Y con mas cara que espalda, me mezclé con los alumnos, como si ese fuera mi curso. Nos llevaron por las habitaciones de los Borbones, que no son las que se visitan habitualmente; la Escalera de Embajadores, el Salón de Batallas y desde allí al Coro donde hay una lámpara impresionante de cristal, que en esta foto, tomada por otra compañera de ese curso, se ve desde abajo, con los frescos del techo como fondo.
(Foto Paz Herrera)


Luego pasamos a una altura tal que pudimos ver este mismo fresco pero casi tocándolo con la mano. Lo que se dice a un paso de la Trinidad y los coros angélicos.




Porque el paseo consistió en ir recorriendo todo el perímetro de la Basílica, pero a la altura de la cornisa superior, por una galería estrecha que corre a la altura de los lunetos.


A un lado dejábamos las ventanas semicirculares que dan al exterior y al otro las correspondientes que se abren sobre la nave central, de la que teníamos esta vista


Y podíamos apreciar los frescos del techo de esta manera



Después de pasar tras el Calvario que corona el Retablo principal, asomándonos a la Basílica por detrás de los pies de San Pedro y San Pablo (que calzaban unas sandalias de tamaño inimaginable, como de 75 cm o mas)...


...iniciamos una ascensión inacabable por escaleras de caracol para ir a salir a la terraza que rodea el tambor de la Cúpula, a la altura de esas grandes ventanas verdes de arco de medio punto


Esta es la garita que hay en el ángulo de la terraza, por donde desemboca la escalera de caracol


Y así de enorme resulta una de esas ventanas vista desde cerca


Por la puertecilla de la izquierda se iniciaba la escalera de caracol que nos llevaría a la altura superior. Y continuando la ascensión por esa escalerita llegamos a la cornisa superior del tambor, desde donde se podían ver esas grandes ventanas desde dentro...

...y unas vistas en torno tan espectaculares como se pueden figurar: las torres del Monasterio...

Los claustros y patios que le dan forma de enorme parrilla...



El pueblo de San Lorenzo con el Pico de Abantos al fondo....

El Bosquecillo del lado oriental con el pueblo de El Escorial de abajo...


Y para terminar ¿ven esa ventanita verde que hay entre las cabezas de los dos Reyes, en el Patio de los Reyes?


Pues de este tamaño tan enorme resultaba la cabeza del Rey Ezequías, ese que tiene una naveta en la mano. Como la camilla de mi casa, por lo menos


Y con esta última visión inusitada del Patio de los Reyes desde arriba terminamos esta visita de "altos vuelos" con la que disfruté tanto, que les decía a mis amigas, que no se decidieron a venir conmigo: "He disfrutado tanto, que me he dado envidia a mí misma"

Y es que para mi El Escorial es un sitio lleno de buenos recuerdos, pero el Monasterio es un lugar especialmente mágico y sugerente. Así que estoy releyendo una historia del Monasterio que tengo por casa, escrita en 1849 por un fraile que era Bibliotecario en aquellos tiempos, y que lo cuenta todo con pelos y señales. Ya les pondré al corriente de los chascarrillos curiosos que descubra en ese libro.

Hasta otra ocasión.


7 comentarios:

CarmenS dijo...

¡Que estupendo lo pintas! El curso, el ambiente, el monasterio, el aire limpio. Todo confluyendo para unos días ideales.
Ya nos contarás si el curso te parece válido, fructifero para los usuarios... Por cierto, aunque me temo que no estarás de acuerdo conmigo, hoy se me ha ocurrido hablar de bibliotecas, lugar que para mí no es inhabitual en verano. La discrepancia es saludable pues nos aporta opiniones diferentes a la nuestra, así que el verbo que he utilizado antes, "temo", lo cambio por "me figuro, barrunto, supongo".
Un beso fuerte

Franziska dijo...

Ha sido delicioso este relato. Lo he disfrutado, de verdad. Aprovechas todas las ocasiones y siempre encuentras el lado positivo. Eres genial. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Muy bien mami, veo que cuando se te manda a cualquier sitio haces una aprición elegante y digna, si señor, dejando el pabellón bien alto. ¿No te dijo tu madre que lo de enseñar el culo a la audiencia queda feo? Me he reido imaginándote que no te lo crees. Al menos aprovechaste el tiempo y te impregnaste de la cultura aborigen. Muchos besitos de tu daughter que te echa muchismo de menos

Cigarra dijo...

¡Si Felipe II levantara la cabeza y viera que llamas "cultura aborigen" a la octava maravilla del mundo (se pongan como se pongan los de la votación) se volvía a morir del berrinche!

Isabelita Vera dijo...

Hoy encendí el ordenador con ánimo de visitarte y vi tu mensaje en mi blog, coincidencias cósmicas. Sensacional relato, aunque lo he terminado con lágrimas en los ojos, DE ENVIDIA. Bien hecho. Espero ver el abejorro, a mi hermano le gusta hacer fotos a los abejorros, supongo que entre ellos se entienden.
Besitos,

Cigarra dijo...

Ay, Isabelita, qué lástima. Al señor del taller donde llevé a arreglar el coche le dio un arrebato de limpieza y me tiró la bolsita de kleenex donde había guardado el abejorro, así que se ha perdido el testimonio gráfico para la posteridad. Le tenía que haber hecho la foto en el momento.
Dile a Patrulla Antivicio que en cuanto pueda me dejo atacar por otra alimaña semejante para darle gusto a él, que no se preocupe.

Cigarra dijo...

Casualidades dela vida. La misma Paz, autora de la foto de la lámpara del coro, es la concursante de Pasapalabra que está arrasando desde hace semanas, que ha conseguido permanecer por más de 20 programas consecutivos y que está a un paso de llevarse más de un millón de euros (a 12 de abril de 2013)¡Ojalá lo consiga! Era una persona encantadora y cultísima, que merece llevarse el premio gordo.