jueves, 2 de octubre de 2008

Fotos de familia

No se si habréis observado que he cambiado la serie de fotos que aparecen en el ángulo superior izquierdo (un "slide", creo que llaman a esos inventos que van pasando las fotos). Corresponden a la familia materna de mi santo, que debían ser gente de posibles, porque en aquella época, hacerse tantas fotos no era lo más habitual. Las ha recopilado un primo lejano y ha tenido el agrado de enviarnoslas en un CD, y como no sabíamos quién era la mitad de la gente que aparece en ellas, el domingo pasado tuve a mi pobre suegra (que es un ángel) martirizada delante del ordenador, apuntando en un papel quién era el de cada foto. Algunas son tan antiguas que ni ella misma reconocía a todos los participantes, pero a la mayoría conseguimos ponerles nombre. Por ahora parece que a mis hijas les da mas o menos igual saber quién era toda aquella gente, pero sé que llega una edad en que esas cosas te empiezan a picar la curiosidad, y acabas por interesarte.
Algunas tienen asociada su pequeña anecdota y entre todas nos han servido para poner paisaje y cara a las historias familiares que recuerda mi suegra. Por ejemplo, de la primera que aparece, que es de una señora mas seria que un gendarme, con flequillo rizado, y algo estrábica, sabemos que llevaba detrás pegado un papelito plegado en cuatro, en donde aparecía escrito este mensaje: "Prometo y juro solemnemente ser todo el tiempo que dure mi feliz matrimonio, esposo tierno y cariñoso para mi Pilar, como lo he sido hasta la fecha. Para satisfacción de la interesada lo firmo en Madrid a 22 de enero de 1865, Enrique Esteban" (Esta pareja, Enrique y Pilar, eran los ¡bisabuelos! de mi suegra, que ahora tiene 93 años, y que conserva el papel como una reliquia) Es de imaginar la riña de enamorados y la posterior reconciliación que daría lugar a la firma de semejante documento.



Impresiona ver el talle de avispa de algunas de aquellas señoras, conseguido evidentemente a fuerza de padecer el suplicio de llevar un corsé inhumano a todas horas. Así los caballeros podían abarcar esas cinturas con una sola mano, y ellas se desmayaban en cuanto les decían "uh!" detrás de una puerta. Tenían que tener las vísceras descolocadas definitivamente. Mi madre recordaba como cifra cierta e incontestable, que mi abuela, incluso después de los dos primeros embarazos había vuelto a tener una cintura de ¡45 centímetros de perímetro!. Prueben a medirle la cintura a sus parejas, si se dejan, o mídanse ustedes mismas, (sin testigos, por supuesto). Por muy sílfides que sean no llegan a esa cifra ni locas. Digo yo que cuando estuvieran de vacaciones en el pueblo y emprendieran esas excursiones en borrico, se quitarían el corsé, pobrecillas.

Bueno, en cuanto pasaron unos años y vino la moda del traje saco, algunas se resarcieron plenamente y se pusieron como casi todas las de este grupo. No creo que haya habido en la historia moda más horrorosa ni menos favorecedora que ésta de los años 20. Esos gorros calados hasta las cejas, la pobre novia que parece que le han encasquetado el velo los enemigos... La que, a pesar de todo, resultaba guapa, no cabe duda de que era una belleza fuera de serie. Porque encima, las señoras decentes, no se maquillaban. Todo lo más, unos polvos de arroz para tener la tez blanca.


Luego estaban las pobres criaturitas a las que vestían así. Esperemos que sólo fuera para la foto, porque sino el angelito no iba a poder ni moverse. Lo más grande del asunto es que este dechado de lazos y encajes era un varoncito llamado Jose Luis. Pero como era el chiquitín de la casa y a la mamá le gustaba que luciera el pelo rubio en tirabuzones ("atiratones" les llamaba él) lo llevaba así ataviado, lo cual le granjeó el apodo de "Carmencita". Una niñez difícil. A pesar de los encajes y el apodo, la superó con éxito, fue un caballero con toda la barba (y toda la calva, dicho sea de paso) y contrajo feliz matrimonio con una mujer encantadora, Luisa, del cual nacieron cuatro vástagos, dos niñas y dos niños, bien guapos. Ya tienen nietos, algunos. ¡Dios mío!

Otro documento de la época, impagable, es el del caballero en traje de baño. Así se ataviaban los valientes que se metían en el mar en aquellos tiempos. El joven en cuestión era por aquel entonces el novio de la que luego fue su mujer, Pilita, y se llamaba Constantino. Y los hermanos de la novia que eran bastante guasones, le hicieron una coplilla que decía: "Constantinito Fernández, / no seas tonto y reflexiona. / No te conviene esa mona, / no es una "media naranja" / es una "media melona".


Era una familia muy dada al verso, y en cuanto podían se contaban la vida rimándola. Alguna vez les traeré otras muestras de su ingenio, más extensas. Pero para que vean lo sencilla que era la vida entonces, y cuánta más chispa se derrochaba en lo cotidiano, vale otra muestra. En una ocasión le enviaron una carta a este Constantino, pero el remitente se propuso ver hasta qué punto eran competentes los correos de la época. Y en el sobre sólo puso:
"A un radiotelegrafista / que a orillas del Tajo habita / es cazador, tiene moto / y su mujer es Pilita". Lo grande del suceso es que, en la central de Correos hubo alguien tan ingenioso y bien humorado como para deducir que, siendo radiotelegrafista a orillas del Tajo, sólo podía ser en Aranjuez. Por lo que añadió otra estrofa en el sobre : " Aranjuez, parece ser / es el punto de destino. / Ahora que siga el cartero / actuando de adivino". ¡Y la carta llegó perfectamente!
¿No es maravilloso? ¡Aquellos eran otros tiempos! (El sobre original se conserva. Cuando pueda lo escaneo)
Pero mi preferida, sin lugar a dudas es ésta, en la que no hemos podido averiguar quiénes son los personajes, todo lo más, el lugar que debe ser Villar del Saz, donde pasaban temporadas de verano. La familia tenía relación con los ferrocarriles (entonces no existía la Renfe, la compañía para la que trabajaba el cabeza de familia era la llamada MZA, Madrid-Zaragoza-Alicante) y aquí se les ve en disposición de hacer un paseo en la vagoneta manual llamada "zorrilla". Como es un viaje lleno de riesgos, las señoras se han puesto un atuendo adecuado: unos amplios pantalones, que no se ajusten en las posaderas, (¡por Dios, qué indecencia!), recogiditos en los tobillos para que no se enreden al subir y bajar. Y ya ataviadas, todavía se piensan si emprender o no semejante aventura. ¡qué tiempos aquellos!

9 comentarios:

ABRAHAM LÓPEZ MORENO dijo...

Efectivamente, como bien dices, aquellos años eran maravillosos. Felicidades por tu artículo y recibe el abrazo de un amigo.

María la Delsa dijo...

¡Qué fotos más geniales y qué comentarios tan simpáticos!.
La bisabuela de tu suegra se parecía bastante a mi bisabuela materna. Te mandaré una foto.
No sé por qué me atraen a mi tantísimo estas épocas pasadas, y me maravillo con las ropas, las costumbres, las formas de antes...
Gracias y repite cuando puedas.Algún día haré yo lo mismo para que se quede entre mis recuerdos y lo vean mis hijas.
Muchos besos.

spes dijo...

¡Esta entrada es simplemente genial!
Qué anécdotas tan bonitas. La primera es super moñas, me encantaría tener un papelillo igual (aunque si se evita la riña predecesora mejor, jeje)

Yo una vez intenté hacer un árbol genelógico de mi familia rescatando apellidos. Me cansé en torno a mi apellido cincuenta. Pero estas cosas siempre son muy interesantes, una forma de acercarse a la historia del siglo pasado mucho más cercana.

¡Ya nos contarás más!

Cigarra dijo...

Abraham, bienvenido por aquí. En agosto tuve ocasión de acercarme al nacimiento del Guadalquivir y disfruté muchísimo con los parajes que tu tan bien conoces. No pude pasar por Cazorla, pero en cuanto vuelva por allí, te avisaré.

Hola Mi Delsa: Cuando tenga un rato escanearé las fotos antiguas de la familia de "mi lado". Espero que algún día nuestros descendientes aprecien y valoren la labor de rescate del pasado que estamos haciendo.

Vegaspes, qué bien verte por aquí. Si quieres organizar los datos de tu familia hay un programa en internet que permite un montón de posibilidades. Es gratuito y ya te diré dónde se descarga. Te organiza el arbol genealogico en un pis pas.

Zafferano dijo...

Siempre me han encantado lasfotos antiguas, tengo unas cuantas que considero como verdaderas joyas de mi patrimonio fotográfico. Al fin y al cabo pertenecen al patrimonio histórico familiar... A ver si un día me decido y publico alguna.
Me queda una duda. ¿Dónde llevaba la señora el papelito? dtrás del flequillo? No, verdad?

Un beso muy grande Cigarrita!

Cigarra dijo...

Hola Zaffe: la buena señora hubiera podido llevar el papelito escondido incluso tras el bigote. Pero no, es que mi suegra tiene una copia en grande de la misma foto, y era detrás de esa copia, pegado al marco, donde se encontraba el papelito doblado en cuatro con la tierna declaración. Lo que menos se podía pensar aquel caballero es que 150 años más tarde, un puñado de descendientes (que le pareceríamos unos bárbaros, si nos conociese, seguro) íbamos a estar ventilando a la vindicta pública las interioridades de sus ternezas matrimoniales. Con lo delicados que eran aquellos antiguos.
Pero eso también es recordarlos y mejor es eso que no desaparecer sin que nadie se acuerde de ti ¿no?

Cigarra dijo...

Tengo que desagraviar a mis descendientes antes de que intervengan, por alusiones, porque se han sentido muy dolidas y dicen que aprecian y valoran grandemente la tarea que estamos haciendo. Se saben la historia de la familia con pelos y señales, con nombres, apellidos y anécdotas. Así que lo hago constar para que no digan.

Anónimo dijo...

Me alegro de este último comentario. No me apetecía a mi comenzar un conflicto amoroso madre-hija en la red y a tiempo real. Dentro de 150 años lo mimmo nos lee alguna tataranieta y dirá algunas ternezas como las que dice en este post mi señora madre.

Anónimo dijo...

Buen trabajo, compañera, felicidades.
Alguna vez he pensado hacer algo parecido con fotos de mi familia. Yo no tengo tantas, a ver si me animo.
Un abrazo.