jueves, 17 de abril de 2008

Stuart Mill y los ingleses

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En su "Autobiografía" John Stuart Mill relata cómo el hecho de vivir un año en Francia le hizo ver a sus compatriotas de esta manera, por comparación con los habitantes del continente:

"Yo tenía idea de hasta qué punto en la generalidad de los ingleses la falta de interés por lo objetivo, salvo excepciones o casos concretos, y el hábito de no hablar a los demás, ni aun a sí mismos, de aquello en que tienen interés, dan por resultado que tanto sus sentimientos como sus facultades intelectuales queden sin desarrollar, o se desarrollen únicamente en una sola dirección y muy limitada, reduciéndolos, en cuanto seres espirituales a una especie de existencia negativa. No he percibido todo esto hasta mucho después; pero entonces ya aprecié el contraste entre aquella franca sociabilidad y aquella amabilidad (la de los franceses) y el modo de vivir inglés, en que cada cual obra como si todos los demás - con pocas o ninguna excepción - fueran un enemigo o un estorbo"

(Esto es objetividad y lo demás tonterías. Y que conste que me encantó Londres.)




8 comentarios:

mario dijo...

Yo tengo una relación rara con el pueblo británico. Les debo tanto a sus músicos, escritores y cinesastas que me es imposible no admiralos. Vivo tan inmerso en esa filia que, a veces, me cuesta percibir lo exctraños que son. De otro lado, es curioso porque Londres (ciudad estupenda donde las haya) no es sino un escaparate. Cuando uno se adentra en la Inglaterra profunda no tiene nada que envidiarle a la España más ultramontana

Cigarra dijo...

Me pasa lo mismo. Me encantan muchísimas cosas inglesas, empezando por la literatura y siguiendo por el te. Me parecen maestros en haber sabido crear y mantener un modo de vida peculiar y envidiable. Tienen un sentido práctico formidable y un sentido del humor maravilloso. Pero lo mejor de Londres, en este momento, es que está lleno de extranjeros, que son los que te hacen la vida fácil, porque si por los ingleses fuera...

Anónimo dijo...

Stuart Mills tenía probablemente razón, o más probablemente aún razones, para hablar así: es cierto, quizás, que existe cierta tendencia del temperamento inglés a considerar a los demás como un estorbo. Pero reconozcamos que él lo formula con una virulencia típica del converso, del que encuentra especialmente desagradables los defectos de los suyos quizás por la parte que a él mismo le toca en ellos, o por haberlos padecido especialmente desde la infancia. Vista desde fuera a mí, por ejemplo, esta particularidad inglesa no me resulta tan vituperable. Es cierto que los ingleses tienden a tratar al prójimo como a un obstáculo en el camino, que debe ser apartado cortesmente, o sorteado con habilidad, pero esto tiene también su lado bueno. Yo, por ejemplo, prefiero en muchas ocasiones ser tratado como un estorbo a evitar por el prójimo que, por ejemplo, como un objeto a disposición suya o un instrumento de su propiedad. Prefiero, desde luego, lo que él llama "franca sociabilidad" de los franceses y latinos en general... cuando puede ser decentemente así descrita y no se convierte en insoportable familiaridad o en intrusión inadmisible. No me iré pués, probablemente, a buscar amigos íntimos entre los ingleses, pero su país no me parece mal sitio para conseguir una temporadita de ignorada y anónima paz...

Anikin dijo...

Ya lo decía John Cleese en "Un pez llamado Wanda": estoy harto de no poder preguntar por la familia de la gente por miedo a que me digan que murieron trágicamente en un accidente de coche.
A la cultura mediterránea, tan abierta, tan pasional, nos choca mucho estas reacciones. Un amigo belga siempre me dice que por qué siempre estoy tan alegre o tan enfadada.
Pero lo de los franceses... simepre que no sean parisinos todo bien. Atajo de bordes.
Un saludo

Anónimo dijo...

No estoy de acuerdo, anikin. Creo que los parisinos arrastran una mala fama totalmente inmerecida. A mí me parecen gente encantadora y bien educada, y atribuyo sus innegables choques con el español medio, que tan mala imagen les ha procurado en este pais, mucho más a nuestra propia incivilidad que a ninguna particularidad de su comportamiento. El visitante español de Paris tiende con frecuencia a ignorar olímpicamente los hábitos formales parisinos, no saluda, no se despide, evita como cueestión de principio los "monsieur" y "madame" que para el parisino son parte irrenunciable y legítima de sus derechos de citoyen y habla, en mal francés, como si estuviera siempre ya cabreado o seguro de tener motivos para estarlo en breve. Y luego se enfada al encontrarse con el inevitable fruto de su hispana barbarie y vuelve diciendo que los parisienses son unos bordes. Pero no tiene razón. La tienen ellos.

Cigarra dijo...

Si no existe la palabra "antichauvinista" la vamos a tener que inventar para aplicársela a Vanbrugh ¿No te parece Anikin? Vaya manera de disculpar lo que a mi me parece mala educación en los ingleses y bordería de los franceses.(Que la tienen y la he experimentado en mis carnes, y hablo muy buen frances y digo "madame" y "monsieur" y saludo)¿No te acuerdas Vanbrugh de cuando una señora que conocemos fue a París y le preguntó a una viendante "S'il vous plait, cette rue?" enseñándole un papel con unas señas, y la muy imbécil le contestó "Au bas le general Franco!" ¿Eso no es ser borde, la muy idiota? ¿Qué culpa tenía la que preguntaba de que Franco estuviera en España? ¿Sabía acaso cuáles eran sus ideas políticas? ¿Te imaginas a un español al que le preguntan por una calle en Madrid, contestando "Abajo Sarkozi"?
Y un francesito de veintitantos años que estaba invitado en España en casa de unos amigos y le sirven un vino de Vega Sicilia de antes de que él naciera, extraordinario, y comenta el muy gili... "Si, pero los vinos franceses son mejores" ¿No es de una mala educación desmesurada?
Hay mucho que matizar ahí, como en todas las generalizaciones, pero sigo opinando que las personas que mejor me han tratado en Londres no eran inglesas, y coincido con Anikin, las personas mas amables que he encontrado en Francia, no eran parisinas.

Anónimo dijo...

Bueno, yo podría contar la anécdota del camarero parisino de crêperie que me retiró el plato que creyó vacío y en el que yo había reservado un pedacito de crêpe de chocolate para cuando acabara la suya mi hijo, que come muy despacio. Cuando le pregunté si lo había tirado se deshizo en excusas y, al cabo de un rato, se presentó con una crêpe enterita "pour l'enfant" que no consintió en cobrar. O el dueño de bistrot de Montmartre que se estuvo media hora explicándonos su carta en versión adaptada a mi francés, recomendándonos qué nos iba a gustar más y qué era "trop drôle" para paladares no acostumbrados. O el taquillero de Métro que dedicó un cuarto de hora a buscarnos la combinación de abonos más útil y más barata, sin perder la amabilidad ni la sonrisa. O la señora mayor, peripuesta y con su sombrerito, que se me acercó al verme parado ante el plano de la zona para ver dónde quería yo ir y si podía ayudarme. Pero ninguna de estas anécdotas, claro está, prueba nada más sino que en París, como en todas partes, hay personas muy amables -cosa que no creo que niegue nadie- del mismo modo que las tuyas lo único que prueban es que en París, como en todas partes, hay gente estúpida y mal educada, cosa que naturalmente tampoco niego yo. (Y, por facha que te parezca Sarkozy, reconocerás que compararlo con Franco no es de recibo.) La mejor matización que se le puede hacer a las generalizaciones es no formularlas. Y mi experiencia personal me dice que, con honrosas excepciones, cada vez que he escuchado historias terribles de parisinos bordes y feroces, detrás había españoles mal educados y acomplejados.

Y sí, soy antichauvinista. Detesto profundamente esa estúpida actitud que lleva nombre francés porque los franceses han tenido la inteligencia y la honradez de identificarla como defecto suyo y ponerle nombre, pero que practican todos los pueblos, sin excepción y en la que si alguno sobresale, en mi opinión, es el español.

Isabelita Vera dijo...

¡Vaya! ¿Dónde he estado yo que me he perdido estos estupendos posts? Son muy graciosas las observaciones de Stuart Mill, creo que siguen siendo válidas (aunque generalizar esté un poco mal).