lunes, 5 de marzo de 2007

Hace una semanita...

...Yo estaba paseando por Londres con mis niñas. Snif.

Dicen que partir es morir un poco. Lo que de verdad es mortal es volver, qué caramba.


Nos consolaremos pensando en lo bien que se lo están pasando, cuánto inglés están aprendiendo, cómo están sabiendo desenvolverse por su cuenta en trabajos, alojamientos y otras logísticas, y sobre todo, pensando en que, mientras estén allí, tenemos un pretexto para volver a Londres.

Porque de los ingleses se podrá decir lo que se quiera (que se puede, sin lugar a dudas) pero hay que reconocer que la forma de vida inglesa les ha salido redonda. Quitando lo de la comida, que cada vez es menos problemático gracias a la proliferación de toda clase de restoranes de cualquier nacionalidad, el resto está bastante bien. Concretamente Londres tiene algo, con todo y ser una ciudad enorme, moderna, repleta de gente de mil sitios distintos, que te hace sentir a tus anchas en seguida. Bueno, al menos como turista. Supongo que ser inmigrante con pocos ingresos y un trabajo duro, dará una óptica muy diferente de la cuestión.


(faltan 6 horas para que salga el Orient Express)

Pero yo, como además ya me sabía los truquillos porque era mi segunda estancia, me sentí como en casa nada mas desmbarcar. La lanzadera para ir de una terminal a otra, el tren a Victoria Station, el metro a South Kengsinton, el pasillo para los Museos, (la verdad es que con una maleta de 20 kg, se me hizo un poco largo) Luego, cuando solté el maletón en la consigna del Museo me lancé a la búsqueda del café donde trabaja Clara. Porque en el Museo de Ciencias hay 3 o 4 bares y cafeterías. Y había que verme en "mi" inglés preguntando: "Do you know a spanish girl, called Clara, very very tall?" Pues al final conseguí dar con el lugar y cuando me vió delante de ella nos dimos tales besos y abrazos, que un compañero suyo que nos miraba desde el mostrador, casi se nos echó a llorar. Y decía el pobre: "¡Yo , es que pienso que venga mi madre a verme...!" y se le saltaban las lágrimas. Es lo que tienen los chicos de ahora, que son muy sensibles.


Así que todo muy bien. Mis niñas bien instaladas, con buenos amigos y buen alojamiento. Y varias cosas nuevas que me dejé sin ver la vez anterior. El observatorio de Greenwich, espectacular. La llegada la hice a través del túnel peatonal, siguiendo los consejos de Pedro, caminando diez minutos bajo el Támesis. Impresiona. Aparte de la idea de tener esa masa de agua sobre la cabeza, saber que el túnel tiene mas de 100 años de antigüedad, y verlo tan vacío, da un no se qué, que qué se yo. Mas de 200.000 baldosines se usaron para forrarlo. Casi ná.




Francamente, me metí porque vi que en los ascensores de los extremos hay cámaras de tv que vigilan el túnel constantemente. No me crucé mas que con 10 o 12 personas, y todas normalitas, a Dios gracias. Se entra y se sale del túnel por dos templetes semicirculares con escalera y ascensor. Aquí se ve el templete de la entrada desde el otro lado del río, después de cruzar. Da yu-yu, pensar que se ha caminado por debajo de esa masa de agua ¿a que si?


El parque donde está el observatorio es una preciosidad, una colina toda verde con unas vistas sobre el río y los palacios, la antigua Escuela Naval, la Casa de la Reina, la Sala Pintada. Hay ardillitas que se acercan confiadas. En lo alto hay una serie de edificios, la antigua residencia del Astrónomo Real, el Museo del Meridiano, la Sala Octogonal diseñada por Wren para la observación del cielo. Cuando eran las 13 horas, la bola roja, visible desde el río, bajaba y de ese modo, los capitanes de los barcos anclados en los muelles podían poner sus relojes en hora para ajustar el tiempo exactamente con el del Observatorio, a fin de hacer las mediciones en alta mar. Sobre todo para saber la longitud, Este u Oeste, porque la latitud Norte o Sur, se medía con bastante precisión desde tiempos remotos, basándose en la altura del sol o las estrellas con respecto al ecuador. En fin, allí se explica todo muy bien, con poquito inglés que sepas.



El Museo es estupendo. Perfectamente didáctico y ameno a la vez. Lo mismo se puede ver con rapidez para hacerse una idea general, que detenerse en las explicaciones prolijas para comprender la relevancia de las mediciones astronómicas, la fijación del meridiano cero y la importancia de medir el tiempo con exactitud para una navegación segura. Para un aficionado a los relojes el museo puede ser una pasada. Los hay preciosos y de todas las épocas. Evidentemente lo de los Museos se les da bien a los hijos de la Pérfida Albión. Y además, consiguieron convencer al mundo para que el meridiano cero fuera el suyo, no el de París, por el que se regían los franceses, o el de Ferrol, (perdón, el de Cádiz), por el que se regían los españoles. Qué le vamos a hacer, no es mas que un convencionalismo, pero se salieron con la suya. Como casi siempre. Y allí están todos los turistas como tontos, haciéndose la foto con un pie a cada lado de la raya.




Bueno, aparte de estas visitas tan didácticas también he dedicado tiempo (y la mayor parte) a corretear por las calles con mis niñas, viajar en el piso alto de los autobuses, tomar pintas en los pubs (¡es cierto que tocan una campana a las 11!) y ver mercadillos. Lo de Camden un sábado por la tarde es algo exagerado.

Pero como hoy ya me he estirado bastante, dejo el resto del relato para otro post.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"Desde finales del siglo XVII, los británicos utilizaban como primer meridiano el que pasaba por el Real Observatorio de Greenwich. De forma análoga, España , en la segunda mitad del siglo XVIII, comenzó a establecer su primer meridiano en Cádiz , donde en 1753 había sido establecido el Observatorio Real de la Marina . El meridiano de Cádiz , fue el usado por los navegantes españoles hasta bien entrado el siglo XIX, a pesar de que el Observatorio había sido trasladado a su nuevo edificio en la Isla de León en 1798." ( http://www.roa.es)

Cigarra dijo...

El Sr. Anónimo me corrige la mención del Ferrol como meridiano de referencia para los españoles, y efectivamente tiene razón. En la página que cita del Real Observatorio de la Armada, se cuenta con pelos y señales; pero que conste que mi error procede de la información que está el Museo de Greenwich, que es de donde saqué el dato del Ferrol. Corregido queda. El próximo que vaya a Londres, que se acerque a tirar de las orejas a los del Museo de mi parte.