Entramos en la zona por Maranchón, hacia Riba de Saelices, donde todavía (y desgraciadamente, por muchos años) se ven las huellas del espantoso incendio que costó la vida a 11 personas en julio de 2005. Junto a los troncos ennegrecidos que aún siguen en pie, brotan los retoños de roble rebollo, demostrando que la naturaleza no pierde tiempo en recuperarse de los desmanes de los hombres, si la dejan.
Para colaborar con la capacidad de recuperación natural han hecho un esforzadísimo trabajo de contención del suelo, con hileras de ramas sostenidas por estaquillas, siguiendo las curvas de nivel, para que la erosión de la lluvia no arrastre la tierra fértil, y pueda crecer nueva vegetación.
Más que doradas, auténticas llamaradas de luz amarilla que recogen toda la luz del sol poniente son las choperas que acompañan al río a lo largo de la pista que lleva desde el Puente de San Pedro hasta cerca de Peñalén y Poveda de la Sierra.
No sólo la vegetación es vistosa. Desde lejos nos llama la atención esta herida blanca en la ladera del monte. Creemos que es fruto de la erosión natural, pero al acercarnos vemos que es el resultado de la explotación de una mina de caolín a cielo abierto, algo que sin duda es una agresión al medio ambiente. (pinchar en la foto para mas información)
Al acercarnos vemos los sorprendentes relieves que la erosión ha excavado en este material, arenoso y blando.
Los efectos estéticos son extraordinarios. Para hacerse una idea de las proporciones fijaos en el tamaño de la cabeza de la persona que aparece en primer término, abajo. El suelo del barranco es de arena finísima y blanca, y muestra los surcos dejados por el agua de las ultimas lluvias.
Siguiendo por la pista que lleva al río de la Hoz Seca se nos cruzan varios ciervos en el camino. Es la época de la berrea y andan soliviantados. Conseguimos fotografiar a esta madre con su hijo, que se nos encampanan como diciendo: ¿qué pintáis vosotros aquí?
El río, de aguas claras donde se ven las truchas, está rodeado de una vegetación esplendorosa.
Nos quedamos con la duda de si este ejemplar añoso y retorcido que crece inclinado sobre un chanchal, es un haya o un chopo. Siempre se me olvida llevarme la guía de árboles.
Estos si sabemos que son arces y lo de detrás, pinos. También vemos bojs, de una altura considerable, que no es frecuente; acostumbrados como estamos a verlos podados en los jardines, con 30 o 40 cm. como mucho, llaman la atención ejemplares de mas de 2 metros.
Por este rio de aguas clarísimas desagua la laguna de Taravilla.
Y desde Taravilla bajamos al Salto de Poveda. Es el desnivel que salta el agua en la presa a medio hacer de una central eléctrica de los años 40, que no llegó a terminarse.
Cerca de Peralejos, hacia el este, se encuentra Chequilla, pueblo de casitas blancas, agazapadas junto a un roquedo fantástico, que no tiene nada que envidiar a la Ciudad Encantada de Cuenca.
Es un laberinto entre rocas rojizas de formas caprichosas, que hasta dan lugar a una plaza de toros natural.
... y setas de piedra, que parecen casas de enanitos de cuento.
Y ya de vuelta, otra vez por la pista que nos lleva al Puente de San Pedro, sorprendemos a esta familia de patos rompiendo con su estela el reflejo de los árboles en el río.