¿Vale una proposición?
¿Qué tal si yo os invitara
a que os vinierais conmigo
a dar un paseo por Málaga?
Por Málaga: ya está dicho,
un paseo con toda calma;
viéndolo todo, enterándonos
ce por be de lo que pasa,
subiendo a ese paraíso
colgante de La Alcazaba,
(La Alcazaba con los Jardines de Puerta Oscura al pie)
(Un rincón de La Alcazaba)
desde donde puede verse,
más de la mitad del Atlas;
Los Percheles, Capuchinos,
Mundo Nuevo, Monte Sancha,
la Malagueta, el Ejido,
la Farola, la Coracha
balcones en los jardines,
jardines en las terrazas,
una lucha vegetal
del árbol contra la casa
y allá lejos, sobre el mar,
como un barco sobre el agua,
cuando los vientos descorren
sus cortinas azuladas,
el valiente Gurugú,
y otros contornos del África,
que es lo mismo que decir
que se domina "to" el mapa.
(La plaza de toros bajando de Gibralfaro)
(La Coracha desde el Castillo de Gibralfaro)
Y si el líquido elemento
por casualidá os agrada
-de gustos no hay nada escrito-,
alquilamos una barca
y nos llegamos al Morro,
que mas allá no hace falta
para saber que la mar
tiene muchísima agua.
(Oleaje en El Palo)
Pues espabilando, amigos;
espabilando y en marcha.
Ya hemos llegado. ¿Qué es esto?
Esto es el aire; se masca,
se bebe, aturde, marea;
es madreseva y albahaca
y olor a menta y pimienta
y sándalo y jacaranda.
Fijarse bien cómo huele.
Es cosa con importancia,
porque como el aire tiene
átomos que son como arcas,
donde se mete el oxígeno
igual que en las damajuanas
se mete el vino, aspiráis
así, ¡ah!, a bocanadas,
y pilláis tal borrachera
que no os la quita ni el Papa.
(naranjos y buganvillas)
Y ahora comienzo el paseo.
No os cansaréis, mi palabra.
Aquí la prisa no existe,
ni hace maldita la falta.
(Jardines de Pedro Luis Alonso desde La Coracha)
¿Qué calle es ésta? ¿Esto es calle
o una de esas naves altas
que tienen las catedrales
con cristaleras moradas
verdes y azules, con santos
pintados con grandes capas?
¡Ole del ole del ole!
Por aquí qué bien se anda,
qué luz de arroyo florido,
qué temblor entre las ramas
y qué Alameda más dulce.
(Un ficus en La Alameda)
Álamos como montañas
las hojas verdes tejiendo
quitasoles y paraguas
y una música remota
de sirenas desgarradas
de cadenas y de grúas,
de motores y de anclas,
(El puerto)
que hace mecerse los árboles
en una vaga nostalgia
de rumbos desconocidos
en marineras fragatas.
- ¿Cómo se llama esta calle?
- Usté lo ha dicho, mi alma:
como no hay dos en España.
Pero fíjese usté, amigo:
Usté lo cuenta y no es nada.
Una alameda, una sombra,
cuatro aceras, treinta casas.
Total, que todo se dice
en seis o siete palabras.
En cambio, venga usté, amigo;
mírela usted a sus anchas
y dígame usté al oído
si no siente que en el alma
le estan tocando los ángeles
castañuelas y guitarras
La luz
se filtra, la calle
parece que está entoldada
con flores de enredadera
y con pámpanos de parra.
Es una luz amorosa
de bodegas y de cántaras,
con un temblor ambarino
de conchas y de naranjas.
Aquí hay un puesto de flores
como una colcha bordada
y allá al fondo, como un cuadro
la mar,
una mar tan cálida,
tan sibarita y gachona,
tan perezosa y tan pancha,
que parece estar tendida
sobre una verde butaca.
Mire usté para ese lado.
Compruebe cómo no pasa
el tiempo por esta tierra,
la cosa tiene camándulas.
Son berlinas y Simones
como en los tiempos de Cánovas.
¡Cánovas! Qué malagueño
con garbo para una estatua,
con una capa española
y una sonrisa gitana,
en cuyos ojos de lince
se disuelven y naufragan
caciques y electoreros
con retacos y navajas.
encima de su peana
de piedra y bronce, el Marqués.
Apriétese usté la faja.
El señor marqués de Larios,
el fundador de una casa
de vinos y de aristócratas,
de palacios y de fábricas,
de olivares y salones,
de planos y cuchipandas.
Ahí lo tiene, tan campante,
quieto, como si dudara
si alquilar una berlina
y llegarse hasta su casa
o quedarse entre los pájaros
sin mover una pestaña.
Está muy bien donde está.
El que conquista una estatua
tiene derecho a vivir
sin ocuparse de nada,
y él tiene una ocupación:
mirar la gente que pasa.
(La Alcazaba desde el Ayuntamiento)
Vamos a tomar nosotros
un coche como Dios manda.
Este del caballo blanco
no tiene muy mala planta.
¡Cochero, pero cochero!
El cochero como un lama
de la India, en el pescante
imperturbable se alza.
Está dormido, soñando
con juergas y madrugadas,
con carreteras de oro,
y con carrozas de plata.
-¡Venga, despierta, cochero!
Un ojo que está de guardia
da el aviso al otro ojo
y ambos ojos a la cara.
- ¿Qué se ofrece?
-Poca cosa.
Dar una vuelta con calma.
Ya sabes, la calle Larios,
despacio, casa por casa,
viéndola bien, que no hay prisa
y es una calle muy larga.
Luego, si hay tiempo, un rodeo
alrededor de la plaza.
Ya verá usted, es pequeña,
pero graciosa y cuadrada
como un gran patio. El pasaje
de Chinitas da a la plaza.
El pasaje de Chinitas,
toda una historia muy larga
de cantaores flamencos
y de hembras de rompe y rasga.
El pasaje de Chinitas
aquel del que se cantaba:
En el café de Chinitas
dijo Paquiro a su hermano:
no hay torero como tú
más valiente y más gitano.
Plaza arriba, pasaremos
por la calle de Granada,
que sube muy derechita,
pero de pronto se para
sin decidirse a tomar
una dirección exacta,
hasta que, empinando el codo
y tras secarse en la manga,
sale corriendo hacia el monte
como si fuera una cabra;
(Monumento a Torrijos en Plaza de la Merced)
pero no llega, se queda
muy cerca, en la misma falda,
en plaza de la Merced,
que esa si que es una plaza,
donde, como en Nueva York,
la libertad tiene estatua.
(Jardines de Puerta Oscura)
En fin cochero, arreando;
quiero que vea la Aduana,
el Parque, el Ayuntamiento,
la Victoria, en dos palabras,
quiero que mi amigo sepa
por qué es esdrújula Málaga,
o séase por qué se mete
en los repliegues del alma.
Nos llevas por la Caleta
paso a paso, casa a casa,
sombra a sombra, flor a flor,
entre el monte y entre el agua,
entre el sueño y la vigilia,
entre el árbol y la barca.
- ¡Riá, Jabonero! ¡Caballo!
¡Venga, mal rayo te parta!
- Esta es la calle de Larios.
Ya sabrá usté que se llama
de Larios porque la hizo
en el patio de su casa
para pasarse el día viéndola
asomado a la ventana
el señor marqués de Larios,
un marqués con mucha guasa.
¿Usté la ve tan cortita?
Total, tiene doce casas.
Pues nadie las ha contado
ni hay manera de contarlas.
Aquel señor que hay allí
gordo, con chaqueta blanca,
que mueve tanto los brazos
y está charla que te charla,
lleva lo menos treinta años
intentando "de" contarlas
y ha llegado nada más
que a la segunda manzana,
al Círculo Mercantil,
un Círculo con prosapia.
¿Sabe usté? Le llaman Círculo
porque tiene las butacas
en círculo para ver
las "cosas buenas" que pasan,
azúcar, canela y clavo,
y echarles una mirada
circular, como un piropo
de pensamiento y pestaña.
(¡Vaya, vaya! ¡Ole, ole,
ole, ole, vaya, vaya!)
Y Mercantil. ¿Mercantil?
La vista es la que trabaja,
para que cuando los barcos
mercantes echen el ancla
comprueben los pasajeros
que a estirar las piernas bajan,
que hay un círculo cuadrado
en donde no se hace nada,
dotado de buenas vistas
en medio del mismo Málaga,
y se queden pa in eternum
sentados en sus butacas.
La cuadratura del círculo
esa operación se llama.
Era un marqués con salero.
Hizo las cosas con gracia.
Aquel señor que hay sentado
con una pierna cruzada
sobre la otra es inglés.
¡Era inglés, que ahora se llama
don Paco! Y aquel que tiene
un pie sobre la butaca
de enfrente, como si hiciera
penitencia, ése es de Holanda,
y el de al lado, ése es francés,
¡pero háblele usté de Francia!
Pues ahí los tiene, vinieron
a dar un paseo por Málaga.
Quisieron pasar la calle
de Larios y están pasándola.
Se bebieron una copa,
se tomaron unas tapas,
oyeron un taconeo,
sintieron como una ráfaga
por los túneles internos
del sentimiento y del alma,
y ahí los tiene, en calle Larios.
No han podido atravesarla.
El taconeo les hizo
girar un poco la cara,
aprendieron a decir
ole, ole, vaya, vaya.
Y vaya, vaya, ole, ole,
cuando el taconeo pasa
la giran cuarenta veces
sin saber si están girándola
porque nacieron así
o qué demonios les pasa.
Mire al hombre de la esquina.
Fíjese cómo trabaja.
Repare usté cómo mueve
las manos. ¡Es una máquina!
Así se pasa la vida,
habla y habla que te habla.
Un vendedor ambulante,
tiene de todo: corbatas,
jabones, pipas, mecheros
y plumas estilográficas,
conjuntos de lana inglesa
(fabricados en Tarrasa),
tabaco de Gibraltar,
relojes y mermeladas.
Todo dentro de la ley.
Un pimpi como Dios manda.
Trabajó de pala y pico
antes, cuando le faltaba
conocimiento del mundo,
pero abandonó la pala
y ahora trabaja de pico
porque pico no le falta.
Era muy grande el marqués
de Larios. Su calle habla.
Claro está que era otro tiempo.
Se hacían las cosas con gracia;
no ahora, que hacen las calles
largas, y largas, y largas,
se sube usted en un auto
y en un minuto se acaban.
a la mujer que se ama.
Mariscal, la calle Camas.
y la calle de Beatas.
Ya verá usté lo que es bueno.
Va a emborracharse de Málaga.
y sobre todo charlar.
la luz de la madrugada.
Quizá un día, entre dos luces,
el búsilis que hay en Málaga.
por los repliegues del alma.