(ver su biografía pinchando en la foto)
Vuelvo a traer a mis cigarrales a uno de los personajes del S. XX que más admiración me producen: la neurobióloga italiana
Rita Levi-Montalcini. Copio de la nota publicada por la propia
Universidad Complutense:
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La neuróloga italiana Rita Levi-Montalcini (Turín, 1909), Premio Nobel de Medicina 1986 y senadora vitalicia de la República Italiana, ha sido investida doctora honoris causa por la Universidad Complutense en un solemne acto académico presidido por el rector Carlos Berzosa en el Paraninfo de San Bernardo. El catedrático de Fisiología Francisco Mora Teruel pronunció la laudatio.
Rita Levi-Montalcini había preparado un discurso de seis páginas, pero lo utilizó únicamente como guión e improvisó una intervención espléndida. Su discurso fue extenso, apasionado y emocionante, lleno de viveza y energía. En pocas ocasiones ha habido unos aplausos tan prolongados en el Paraninfo de San Bernardo.
Bajo estas líneas se incluye un enlace a las palabras inicialmente previstas por la doctora Levi-Montalcini, porque todo cuanto en ellas se dice quedó reflejado en su magnífica intervención final.
Palabras de Rita Levi-Montalcini" El discurso se puede leer entero en el enlace anterior, pero yo me he quedado especialmente enganchada en algunas frases que os entresaco. Al leerlas recordad que son las palabras de una mujer que cumplirá 100 años el próximo mes de abril. (
los subrayados son míos):
Mi infancia y mi adolescencia se desarrollaron en una ambiente lleno de afecto, dominado por la fuerte personalidad de mi padre que nos quería con ternura pero que exigía una obediencia incondicional. Su voluntad era ley, y mis hermanas y yo debíamos someternos a una rígida educación victoriana que quería evitar conflictos entre el rol de futuras esposas y madres y las exigencias de una posible carrera profesional. Por este motivo mi padre había decidido que ninguna de las tres nos matriculáramos en la Universidad. Fue ese el único momento de mi vida en el que ser mujer me pareció una desagradable realidad. La decisión de matricularme en la Facultad de Medicina estuvo determinada por la muerte, a causa de un cáncer, de mi niñera a la que estaba muy unida. Mi elección fue inicialmente rechazada por mi padre que sin embargo, decidió que si esa era mi verdadero deseo no me impediría realizarlo, aunque no lo aprobara en absoluto.
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Mis reflexiones respecto de la orientación que debía dar a mi futuro profesional, fueron interrumpidas el 4 de julio de 1938 con la promulgación del manifiesto racial que excluía a los ciudadanos no arios del ejercicio de la carrera académica así como del de cualquier libre profesión.
En la primavera de 1939 acepté la invitación que me llegaba desde un instituto neurológico de Bruselas y me desplacé a esa ciudad en la que viví hasta diciembre de ese mismo año, cuando se consideraba ya inminente la invasión de Bélgica por parte de las tropas alemanas. En aquel periodo tan dramático y lleno de peligros, no queriendo permanecer alejada e mi familia, volví a Turín. Ante la imposibilidad de frecuentar los institutos universitarios decidí montar un pequeño laboratorio de neuroembriología experimental en mi propia casa, más concretamente en mi habitación.
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Los resultados de estos estudios no fueron publicados por las revistas científicas italianas a causa de las leyes raciales y eso fue una suerte ya que, a la larga, evitó que cayeran en el olvido. Fueron en cambio publicados en una conocida revista científica belga.
En junio de 1940, con la declaración de guerra, comenzaron los bombardeos sobre las ciudades italianas. Siguió la evacuación masiva de las más castigadas, y entre ellas Turín, gran centro industrial. Junto a mi madre, mi hermano y mi hermana (mi padre había fallecido en 1932), nos trasladamos a una colina en la zona de Asti donde yo continué mis investigaciones en otro laboratorio casero, esta vez colocado en la cocina y, entre dificultades de todo tipo, así seguí hasta septiembre de 1943.
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En mayo de 1991 en ocasión del Doctorado Honoris Causa que me fue concedido por la Universidad de Trieste, propuse la idea de elaborar una Magna Carta de los Deberes. Tal proyecto fue acogido favorablemente por el Rector y el cuerpo académico. En diciembre de 1992 un primer congreso de científicos reunidos en Trieste y provenientes de distintas universidades europeas y americanas, elaboró un primer esbozo de esta Carta de los Deberes Humanos.
Tal Carta, respaldada por el gobierno italiano y aprobada por la ONU, no pretende sustituir a la de los Derechos del Hombre de 1948, ni otras ya aprobadas en diversas sedes, sino que se propone afrontar con la mayor urgencia los peligros que amenazan al globo, a la biosfera y a la supervivencia de millones de especies puestas en peligro por la intervención del hombre. Su espíritu se inspira en el que Albert Einstein nos dejó como herencia: “Debemos pensar de forma distinta si queremos que la humanidad se salve. Hacemos un llamamiento como seres humanos a otros seres humanos: recordad vuestra humanidad y olvidad el resto”.
Es urgente hacer un gran esfuerzo de solidaridad y colaboración internacional. Es necesaria una acción común para la salvación del planeta en el contexto mundial de interconexión entre pueblos y continentes que, en los comienzos del tercer milenio impone una nueva normativa en las relaciones civiles.
Por lo tanto hay que considerar como una obligación moral de todos nosotros, tanto como seres humanos y más aún como científicos y educadores, asumir este deber, incluso a costa de tenernos que enfrentar con intereses contrarios, dictados por los tradicionales grupos de influencia vinculados con el poder.
.....Además de a la actividad científica, a la que aún me dedico, ocupo el resto de mi tiempo en atender a problemas ético-sociales. No habiendo podido realizar, en mi juventud, mi sueño de viajar por el Continente africano, junto al Dr. Schweitzer, para curar a los leprosos, en el año 2000 decidí afrontar una cuestión enormemente problemática: la de la instrucción de las mujeres africanas.........En los últimos siete años, la Fundación Rita Levi-Montalcini Onlus, creada por mí, junto con mi hermana gemela Paola en 1992, ha concedido unas 6000 ayudas económicas para la instrucción de niñas y mujeres jóvenes seleccionadas por organizaciones religiosas y laicas que trabajan en las comunidades locales de África.
La actividad de organizaciones como la Fundación, ha demostrado que la educación tiene una proyección de enorme relieve no solo a nivel local, sino en beneficio de la región entera. De hecho:
-Ha reducido significativamente la tasa de mortalidad infantil
-Ha puesto a disposición de las infraestructuras hospitalarias personal paramédico y médico cualificado
-Ha impulsado la formación de micro-empresarias gracias al sistema de micro-créditos y micro-empresas
-Ha abierto de forma incisiva, el acceso de las mujeres al campo político
En la realidad socio económica de este comienzo de siglo, la educación representa la llave de acceso a la vida social en todos sus sectores.
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Al comienzo del tercer milenio los exploradores de la mente se imponen como finalidad explorar las zonas todavía incógnitas de la más fascinante y misteriosa de entre todas las galaxias: la galaxia mente.
En este último tramo de mi recorrido, mi dedicación a los problemas sociales, a los que no pude entregarme durante los años de mi actividad científica más intensa, representa un cada vez más creciente compromiso por mi parte.........
También mi relación con los jóvenes, iniciada durante el periodo docente en la Washington University, se ha intensificado al no estar determinada por exigencias didácticas, sino motivada por la esperanza de poder infundirles la confianza en una actitud serena y optimista. Este es un talismán de enorme valor que hace aceptables todos los acontecimientos de la vida cotidiana, y particularmente los más difíciles.
La vida no debe ser vivida sin compromiso. El Homo Sapiens se ha distinguido de todas las demás especies, desde los tiempos más remotos, por la manera en la que ha hecho frente a los formidables peligros que ponían en riesgo su propia existencia. Los que los jóvenes de hoy deben superar son de bien distinta naturaleza: no son ni la intemperie, ni el acecho de los depredadores, sino problemas de enorme relevancia y compleja solución, como es el de su integración en una sociedad siempre en caótico y acelerado desarrollo.
La conciencia que cada uno debería tener es que la vida es una experiencia que debe vivirse profundamente, y que hay que saber extraer de esta experiencia los elementos positivos que encierra.
El compromiso, la confianza en si mismo, la serenidad y el valor son el estímulo más potente para superar dificultades de toda índole, presentes, en general, en todo recorrido humano.
(Con este post celebro que estos Cigarrales cumplen hoy dos años. ¡ojalá llegaran a los 99, como nuestra invitada!)